viernes, 26 de marzo de 2010

Por qué nos cuesta tanto decidir?

Hoy he leído algo que me trajo a la mente viejas experiencias "catalanas", con una persona con la que tuve la relación más intensa de mi vida, el mejor sexo, la única persona con la que jamás sentí celos, porque había tanta confianza, había tanta franqueza entre nosotros, que nos lo contábamos todo. Y cuando digo "todo", quiero decir "TODO".

Pero como en casi todos los cuentos del S.XXI: ni terminamos felices, ni comimos perdices.
Tuvimos un problema que se llamaba "indecisión".
Todo estuvo bien hasta que llegó la hora de decidir: o te mudas a Sevilla o me mudo yo.
Y él no era persona que tuviera las cosas claras a la hora de tomar decisiones. Entonces la tomé yo: se acabó.

Hice bien? Creo que si, porque hice lo que sentía.
Me equivoqué? En algún momento después de la ruptura lo pensé, sobre todo cuando echaba de menos la intimidad que habíamos tenido.

Qué es entonces decidir? Por qué nos cuesta tanto?
Por qué le costó tanto decidirse, aún sintiendo que estaba con la mujer que quería?

Creo que nos cuesta decidir o que somos indecisos porque decidir implica "renunciar". Si las opciones son A o B, si nos decidimos por A, estamos renunciando a B y viceversa. Y las cosas se complican si además existe C o D...

Y creo que ahí está el "quid" de la cuestión: a quien le gusta renunciar?
Por qué nos enredamos en el "que habría pasado si yo no hubiera o hubiese"?
Queremos tenerlo todo, no queremos renunciar a nada y nos volvemos indecisos.

Pienso que aprender que no podemos tenerlo todo, es un signo de madurez.
Y saber renunciar? También.

Tan simple es? No, no lo es.
Por muy maduro que uno se sienta, no nos gusta renunciar a nada.
Es evidente que hablo de tener que elegir entre las cosas que nos gustan:
La mujer/hombre que me gusta o la ciudad que me gusta?
El trabajo que me gusta o el que me da más dinero?
El trabajo que me gusta pero que no me deja tiempo libre?.
Por qué, obviamente, deseamos vivir en la ciudad que nos gusta, tener la mujer/hombre que nos gusta, el trabajo que nos gusta y que nos da dinero y además nos deja el tiempo libre.
Sería ideal, a que si??

Y llega el momento de "decidir".
Ergo, tenemos que "renunciar".
Aparecen las preguntas del millón: si decides irte la pregunta es "que habría pasado si me hubiera quedado?". Si decides quedarte: "que habría pasado si me hubiera ido"?.

Hasta que punto esas preguntas son paralizantes e inútiles?
Creo que lo son en la medida en que no nos dejen disfrutar de lo que tenemos, porque son como una especie de "ancla" que impiden avanzar en el camino elegido, porque son preguntas para las que no tenemos respuestas!

La indecisión nos lleva a entrar en "crisis": "tengo que tomar una decisión".
Esa crisis durará, mientras dure nuestra indecisión. Una vez que decides, sales de la crisis. Ya no estás en crisis: tienes un problema nuevo y así sucesivamente...

Pasados los 40, tener ese tipo de crisis es "un artículo de lujo" que algunos no podemos permitirnos.
Si llegada a cierta edad no has aprendido que no se puede "tenerlo todo" o esperar a "tener el 100% de seguridad para poder decidir", es que el día que enseñaron "seguridad" faltaste.

Los otros días vi una comedia sobre un agente de seguros, que tenía un programa para "calcular riesgos", lo utilizaba para evaluar a sus posibles clientes asegurables ("Y entonces llegó ella", en inglés "Along come Polly").

Hasta que no podamos tener nuestro propio "riskcalculator9000", tendremos que decidir nosotros.

Después de re-leer lo que he escrito, me queda una duda: seré indecisa o insegura?
Como no tengo respuesta, creo que será tema para una próxima entrada...

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