domingo, 18 de julio de 2010

Deseo con s, dulce con c...

Creo que fué en el contexto de clase de lengua, que me detuve por primera vez en la palabra "deseo". Mi profesora de entonces se afanaba por hacernos entender la diferencia entre el sonido "s" y el "c", utilizando la frase "deseo dulce", a la que añadía "deseo con s, dulce con c".

Todo lo que aprendemos en nuestra infancia nos queda grabado, de una u otra manera.
Creo mucho en esas teorías, ya que "deseo" y "dulce", son dos de mis palabras favoritas.

Desde pequeña, coincidiendo con el aprendizaje de las reglas de ortografía, me aficioné a los dulces, pero no cualquier dulce ni a cualquier hora. Mis favoritos han sido siempre los pastelitos de crema y a la hora de la siesta.

Ya de mayor, he contagiado a mi gente con mis "deseos" y tengo que tomar algo dulce después de comer al mediodía o siento que "estoy vacía".

Y que pasa cuando no solo se desea un dulce? Aunque también se usa la palabra "dulce" para referirse a algo bueno, "a nadie le hace daño un dulce", he escuchado por ahi. A nadie que no tenga azúcar en sangre, pienso yo...

Deseamos siempre "algo bueno"? Nuestros deseos actúan a modo de gps hacia nuestros objetivos?

Es el deseo de bienestar la base de la cual parten todos los demás?
Debería ser asi, verdad? Pero sobre todo, debería cumplirse con una especie de limitación al estilo jurídico: "tu deseo termina donde empieza el de los demás" (he cambiado la palabra derecho por deseo).

Cuál sería el límite para nuestro deseo? No dañar al otro ni a nosotros mismos.

A lo largo de mi vida he tenido numerosos, miles, millones de deseos. Muchos se han cumplido, muchos no y aún cuando a esos deseos incumplidos los había esperado anhelante, siempre supe resignarme ante lo que de todos modos no puede ser.

Deseamos ropa, comida, zapatos, un coche, vacaciones, tiempo libre...un amante, una pareja, un amigo. Todo forma parte del deseo.

Personalmente no me alcanza con eso, también deseo bienestar "mental", deseo mejorar, deseo paz interior.

Claro que mis deseos fueron cambiando a lo largo de estos años: hace 20 años solo deseaba que llegara el miércoles para empezar a salir. En aquel entonces, salíamos de miércoles a domingo, dormía 2 horas al día, estudiaba y trabajaba.
"Juventud, divino tesoro"...

Pero hay otro deseo, que al igual que el de comer dulces, sigue constante.
El deseo de seducir, de conquistar, deseo de sentir que te desean.

Siempre me gustó el juego de la seducción, solo que con los años ha mejorado. Ahora ya no me siento culpable por desearlo!!
Al contrario, lo disfruto mucho.

Me gusta desear y sentirme deseada. Siempre lo he conseguido? No lo se. En la mayoría de las ocasiones he estado segura, en otras no tanto.

Leyendo unas entradas de blog sobre relatos eróticos, me detuve a pensar otra vez en la palabra "deseo", en lo poco que se utiliza a diario en la intimidad.
Y por qué no la usamos? Porque damos "por supuesto" que eso se entiende y ya está?

Pero sigue siendo erótico escuchar "te deseo mucho"?
Creo que si, que es muy erótico porque individualiza el deseo, lo dirige hacia una persona determinada.

Deseos...eróticos, materiales, colectivos, individuales, deseos de tener lo que otro tiene, deseos de probar nuevas experiencias, deseos de cambiar de vida, de país, de pareja...

El deseo nos lleva a la tentación? O deseo y tentación están en el mismo rango?
Si deseamos un vestido nuevo, podemos resistir "la tentación" de comprarlo? Es más, podemos resistir a comprarlo sabiendo que es el último que queda?

Deseo, tentación... fantasía?
Nuestros deseos nos llevan a fantasear con el objeto deseado: si es un hombre, como besará? si es un vestido, cuando lo compre me lo pondré para...etc, etc.

Por mi parte sigo sin poder resistirme al deseo, como tampoco puedo resistir a un dulce después de comer, sigo fantaseando como un adolescente y sucumbiendo de tanto en tanto a las tentaciones, porque como bien dijo alguien:"Puedo resistir a todo, menos a la tentación"...